En la actualidad, el sistema de salud global atraviesa transformaciones profundas, caracterizadas por la integración de tecnologías digitales, el auge de la inteligencia artificial, los avances en biotecnología y el fortalecimiento de modelos de innovación abierta. Estas dinámicas, que redefinen la práctica clínica, la gestión sanitaria y la investigación biomédica, plantean nuevos retos para los países en vías de desarrollo. En este escenario, Colombia ocupa un lugar crucial, pues combina un sistema académico en expansión con un ecosistema de innovación aún en consolidación. En este cruce de caminos, los semilleros de investigación en salud emergen como actores estratégicos capaces de catalizar la formación científica temprana y, al mismo tiempo, de impulsar la transferencia de conocimiento hacia la sociedad.

El concepto de semillero de investigación, arraigado en el ámbito universitario colombiano desde finales del siglo XX, se consolidó como un espacio para introducir a los estudiantes en la práctica investigativa. Sin embargo, tradicionalmente, estos semilleros han estado más asociados a la formación en metodología de la investigación y a la producción de trabajos académicos —principalmente proyectos de grado, artículos en revistas locales y participación en congresos estudiantiles— que a la generación de soluciones innovadoras con impacto social y económico directo. Este énfasis en lo académico ha sido útil en la consolidación de una cultura científica, pero limita el potencial de los semilleros como motores de innovación aplicada.

Hoy, cuando la innovación en salud se mide no solo por publicaciones indexadas sino también por patentes, startups, dispositivos médicos, aplicaciones digitales y alianzas con la industria, los semilleros requieren una transformación sustancial. Se trata de un viraje desde la investigación con fines de formación hacia una investigación que además de formar, impacte y transfiera conocimiento.

La transición no es menor: exige cambios en las universidades, en las políticas de ciencia y tecnología y en la mentalidad de los propios estudiantes. Supone reconocer que Colombia, a pesar de tener una comunidad académica pujante, aún presenta rezagos en inversión en I+D (solo 0,29 % del PIB en 2022) frente a estándares internacionales. No obstante, también abre una oportunidad histórica: aprovechar el entusiasmo y la creatividad de los jóvenes investigadores para generar soluciones alineadas con las necesidades de la población colombiana y de la región latinoamericana.

Además, los semilleros no pueden concebirse únicamente como instancias académicas, sino como puentes entre la universidad, el sistema de salud y el ecosistema productivo. En Bogotá, Medellín y Cali se han dado pasos hacia la creación de hubs de innovación en salud, como Innos y HubiEx, vinculados a la Universidad El Bosque y otras instituciones, que se han propuesto articular la investigación con emprendimientos en health tech. Sin embargo, estas iniciativas aún son incipientes y requieren nutrirse de la energía y la visión de los semilleros para consolidar un verdadero ecosistema nacional de innovación en salud.

En este ensayo se plantea una reflexión crítica sobre el papel de los semilleros de investigación en salud en Colombia frente a este desafío. Se identifican claves para su transformación hacia la innovación y la transferencia tecnológica, se analizan experiencias internacionales y locales, y se discuten tensiones éticas, institucionales y culturales que acompañan este tránsito. Finalmente, se esboza una hoja de ruta para que los semilleros pasen de ser espacios de iniciación investigativa a convertirse en semilleros de innovación con impacto social y económico tangible.

Claves para la transformación de los semilleros de investigación en salud en Colombia

El primer pilar de los semilleros de investigación en salud sigue siendo la formación
científica temprana. Sin bases sólidas en metodología, bioestadística, ética en
investigación y lectura crítica, es imposible construir innovación significativa. Los países que
han logrado transitar hacia ecosistemas robustos de transferencia tecnológica lo han hecho
a partir de programas que cultivan competencias investigativas desde pregrado.
En Colombia, los semilleros han cumplido con relativo éxito esta misión. De acuerdo con
Colciencias (hoy Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación), existen más de 4.000
semilleros registrados en diferentes áreas del conocimiento, siendo salud uno de los
campos más activos [3]. Estos grupos han incentivado la participación de estudiantes en
congresos nacionales e internacionales, lo que ha fortalecido habilidades de escritura
académica y de comunicación científica.
Sin embargo, la formación investigativa debe evolucionar hacia un enfoque más integral. No
basta con que un estudiante aprenda a aplicar una prueba estadística o a escribir un
artículo; es necesario que desde el inicio perciba la investigación como un proceso
conectado con la resolución de problemas reales en salud. En este sentido, asignaturas o
módulos de innovación en salud deberían incorporarse dentro de los semilleros,
permitiendo a los estudiantes explorar áreas como diseño de dispositivos médicos de bajo
costo, salud digital aplicada a comunidades rurales, o análisis de datos clínicos con
herramientas de inteligencia artificial.
Por ejemplo, en Estados Unidos y Europa se han implementado programas como el
Stanford Biodesign, que introduce a estudiantes y profesionales en un proceso de
innovación centrado en necesidades clínicas no resueltas [4]. Este tipo de iniciativas
podrían inspirar la transformación de los semilleros en Colombia, adaptando el modelo a las
condiciones locales.
La formación temprana también debería fortalecer competencias transversales como el
trabajo interdisciplinar, el liderazgo y la comunicación efectiva con actores no académicos.
En el campo de la salud, donde convergen médicos, ingenieros, diseñadores, economistas
y gestores, el semillero debe convertirse en un espacio de encuentro que fomente el
diálogo entre disciplinas.
En este punto, cabe destacar la importancia de crear incentivos para los tutores y
coordinadores de semilleros. Muchas veces, el trabajo de guiar estudiantes no se reconoce
formalmente en las universidades, lo que limita la sostenibilidad de estos grupos. La
institucionalización del rol del tutor, con beneficios en tiempo, recursos y reconocimiento
académico, sería clave para garantizar la calidad y continuidad de la formación
investigativa

Clave 1: La formación investigativa temprana como base indispensable

La segunda clave consiste en el tránsito de los semilleros hacia la innovación aplicada y la
transferencia tecnológica. En términos prácticos, esto implica que los proyectos de
investigación que surgen en estos espacios no se limiten a generar artículos académicos,
sino que avancen hacia prototipos, modelos de negocio o alianzas con entidades externas.
Colombia tiene ejemplos alentadores. En Medellín, la estrategia de RUTA N ha mostrado
cómo la articulación entre universidades, gobierno y empresas puede fomentar
emprendimientos de base tecnológica, incluidos los del sector salud [5]. En Bogotá,
iniciativas como Innos Hubiex de la Universidad El Bosque Health Tech se han convertido
en nodos de transferencia de conocimiento que integran a estudiantes, profesores e
investigadores con actores de la industria. Estos modelos podrían escalarse y vincularse
con los semilleros para potenciar la generación de soluciones innovadoras.
No obstante, aún persiste un desfase entre la producción académica y la innovación con
impacto. Según la Superintendencia de Industria y Comercio, en 2022 solo se registraron
alrededor de 1.500 solicitudes de patentes en Colombia, de las cuales una fracción
correspondió a invenciones en el sector salud [6]. Esta cifra contrasta con países como
Brasil, México o Argentina, que han fortalecido políticas de propiedad intelectual
universitaria más sólidas.
El reto para los semilleros es cambiar la mentalidad de sus integrantes y tutores. La
pregunta central ya no debería ser únicamente: “¿Dónde publicaré este artículo?”, sino
también: “¿Cómo esta idea puede transformarse en un producto, servicio o proceso que
mejore la vida de los pacientes?”. Para lograrlo, se requiere integrar en la formación de los
semilleros nociones de emprendimiento, gestión de propiedad intelectual, validación clínica
y escalamiento tecnológico.
Además, los semilleros pueden convertirse en plataformas de innovación social en
salud. No toda transferencia implica la creación de una startup o una patente; en contextos
como el colombiano, diseñar estrategias de telemedicina para zonas rurales o implementar
tecnologías de bajo costo para diagnóstico temprano puede tener un impacto igual o mayor
que una publicación en una revista de alto impacto.
Este enfoque demanda también repensar la relación entre universidad y sector productivo.
Las universidades deben perder el temor a colaborar con la industria y, a su vez, las
empresas deben abrirse a vincular estudiantes y jóvenes investigadores en sus procesos de
innovación. Los semilleros, en tanto espacios flexibles y dinámicos, pueden ser la bisagra
ideal para consolidar esta relación.

Clave 2: De la investigación académica a la innovación y la transferencia

El campo de la salud es, por naturaleza, interdisciplinario. Ningún avance médico de
relevancia se ha gestado en el aislamiento de una sola disciplina: los dispositivos de
monitoreo cardíaco integran medicina, ingeniería electrónica y ciencias de datos; los
modelos de telemedicina requieren del diálogo entre profesionales de salud, diseñadores de
interfaces, antropólogos y especialistas en políticas públicas; la producción de vacunas
articula biología molecular, farmacología, logística y economía. En este sentido, los
semilleros de investigación en salud deben abandonar el paradigma de grupos homogéneos
—frecuentemente constituidos solo por estudiantes de medicina o enfermería— para abrirse
a la integración real de otras áreas del conocimiento.
En Colombia, algunas experiencias han comenzado a mostrar la fuerza de este enfoque.
Proyectos que han vinculado a estudiantes de ingeniería biomédica y medicina en
universidades de Bogotá y Medellín han derivado en prototipos de bajo costo para el
monitoreo de signos vitales en zonas rurales [7]. Otros, que integraron psicología, trabajo
social y ciencias de la salud, se orientaron a programas comunitarios de salud mental,
abordando problemáticas de violencia intrafamiliar y consumo de sustancias en
adolescentes [8]. Estos ejemplos demuestran que la interdisciplinariedad no es un adorno
conceptual, sino una condición indispensable para producir innovación pertinente.
La colaboración no debe limitarse al ámbito académico. Un semillero que aspire a generar
impacto debe abrirse a alianzas con hospitales, centros de investigación, startups de
tecnología y organizaciones sociales. Esta interacción expone a los estudiantes a la
complejidad de los problemas de salud reales y los prepara para pensar soluciones que
trascienden lo teórico. En este sentido, la creación de redes de semilleros
interinstitucionales y regionales sería un paso estratégico. Así como en otros países se han
desarrollado consorcios de innovación en salud, Colombia podría apostar por una red
nacional que articule esfuerzos dispersos y evite la duplicidad de iniciativas.
El rol de la colaboración internacional tampoco puede soslayarse. En la era digital, los
semilleros tienen la posibilidad de conectarse con grupos en otras latitudes mediante
proyectos virtuales, hackatones globales de salud o intercambios académicos. Esto no solo
amplía la perspectiva de los estudiantes, sino que les permite conocer estándares
internacionales en investigación, ética y transferencia

Clave 3: Interdisciplinariedad y colaboración como motores de innovación

La innovación no ocurre en el vacío. Requiere un ecosistema que brinde apoyo financiero,
logístico, regulatorio y cultural. Para que los semilleros de investigación en salud se
conviertan en verdaderos semilleros de innovación, deben estar insertos en estructuras
institucionales y nacionales que favorezcan la creatividad y el emprendimiento.
En Colombia, este ecosistema está en construcción. Instituciones como Innos Hubiex
Universidad El Bosque Health Tech han comenzado a ofrecer espacios de coworking,
mentorías y acompañamiento en la formulación de proyectos de base tecnológica. De igual
modo, programas del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y de algunas
gobernaciones han financiado iniciativas estudiantiles con potencial innovador [9]. Sin
embargo, el acceso a estos recursos sigue siendo limitado y centralizado en las grandes
ciudades.
Un semillero que quiera trascender la investigación académica debe tener la posibilidad de
acceder a recursos semilla para el desarrollo de prototipos, pruebas piloto o validación
clínica. Asimismo, se requiere formación en temas como propiedad intelectual, modelos de
negocio, normativas de dispositivos médicos y regulación de software en salud. Sin estos
conocimientos, los estudiantes se ven obligados a detener sus proyectos en fases iniciales,
sin capacidad de escalar a productos o servicios reales.
La cultura de la innovación también implica fomentar la tolerancia al error. En la mayoría de
entornos académicos latinoamericanos, el fracaso se percibe como un estigma, lo que
desincentiva la experimentación. Para innovar, los semilleros deben transformarse en
espacios donde equivocarse sea parte del proceso de aprendizaje. Este cambio cultural no
depende solo de los estudiantes, sino de los tutores y de las instituciones universitarias, que
deben valorar los intentos innovadores aun cuando no se traduzcan de inmediato en
publicaciones o productos exitosos.
Otro aspecto fundamental del ecosistema de apoyo es el vínculo con el sistema de salud.
La innovación en este campo no puede desligarse de las necesidades reales de hospitales,
EPS, centros de atención primaria y comunidades. Los semilleros deben fortalecer canales
de comunicación con estos actores para identificar problemas prioritarios: demoras en el
diagnóstico, falta de adherencia terapéutica, barreras geográficas de acceso, entre otros. La
pertinencia social de la innovación depende de este diálogo constante con la realidad
sanitaria del país.

Clave 4: Ecosistemas de apoyo y cultura de la innovación

La innovación en salud plantea dilemas éticos profundos que los semilleros no pueden
ignorar. Cuando se transita de la investigación académica hacia la transferencia tecnológica,
surgen preguntas sobre el acceso, la equidad y la distribución justa de los beneficios.
¿Quién se beneficia de un dispositivo médico desarrollado en una universidad pública?
¿Cómo garantizar que una aplicación de salud digital no excluya a comunidades sin
conectividad? ¿De qué manera equilibrar el derecho de los estudiantes a ser reconocidos
como inventores con las políticas institucionales de propiedad intelectual?
En Colombia, la legislación en propiedad intelectual establece que las invenciones
desarrolladas en el marco de una relación laboral o académica suelen pertenecer en parte a
la institución [10]. Esto puede generar tensiones entre universidades, tutores y estudiantes.
Por ello, es necesario que los semilleros cuenten con protocolos claros de gestión de
propiedad intelectual, que reconozcan la contribución de los jóvenes investigadores y a la
vez protejan los intereses institucionales.
Más allá de lo legal, los semilleros deben promover una ética de la innovación orientada al
bien común. En un país con profundas desigualdades sociales y sanitarias, la innovación en
salud no puede limitarse a la creación de productos de alta tecnología destinados a una
minoría. El compromiso ético debe traducirse en soluciones que respondan a las
necesidades de las poblaciones más vulnerables, sin perder de vista la sostenibilidad
económica de los proyectos.
La responsabilidad social de los semilleros también incluye la divulgación del
conocimiento. Los proyectos innovadores deben comunicarse en un lenguaje accesible
para la ciudadanía, de modo que los avances en investigación no queden encerrados en
círculos académicos. Esta apertura genera confianza social, elemento crucial en un
contexto donde la desinformación en salud constituye un desafío creciente.

Clave 5: Ética, responsabilidad social y propiedad intelectual

Tensiones y desafíos en el tránsito hacia la innovación

La transición de los semilleros de investigación hacia semilleros de innovación en salud no está exenta de tensiones. La primera de ellas es la tensión entre publicar y patentar. En el mundo académico, el prestigio sigue estando fuertemente asociado a la publicación en revistas indexadas. Sin embargo, la innovación aplicada requiere muchas veces mantener cierta confidencialidad antes de patentar una idea. Esto crea un dilema para los estudiantes y tutores: priorizar la publicación para cumplir con métricas académicas o proteger la invención para garantizar su transferencia.

Otra tensión surge entre la autonomía académica y la lógica del mercado. Mientras la universidad promueve la libertad de investigación, la innovación aplicada exige adaptarse a las demandas del sistema productivo y de los usuarios. Este choque de culturas puede generar resistencia entre algunos académicos que perciben la transferencia tecnológica como una “mercantilización” del conocimiento.

Un desafío adicional es la desigualdad regional. La mayoría de los semilleros con potencial innovador se concentran en Bogotá, Medellín y Cali, mientras que en regiones apartadas el acceso a recursos y formación en innovación es escaso. Esto reproduce las inequidades territoriales del país y limita la posibilidad de aprovechar el talento de estudiantes en la Amazonía, la Orinoquía o la Costa Pacífica.

Finalmente, existe el riesgo de que el entusiasmo por la innovación conduzca a proyectos poco sostenibles o desconectados de la realidad sanitaria. No toda idea tecnológica es viable ni pertinente. La innovación responsable exige procesos rigurosos de validación, estudios de costo-efectividad y análisis de impacto social. Los semilleros deben aprender a distinguir entre un prototipo atractivo en laboratorio y una solución que realmente mejore la vida de los pacientes.

Al profundizar en la discusión, resulta evidente que la transformación de los semilleros de investigación en salud en Colombia hacia verdaderos semilleros de innovación enfrenta obstáculos estructurales y culturales que no pueden ignorarse.

Uno de los principales retos es el financiamiento insuficiente de la investigación y la innovación. A pesar de los esfuerzos recientes del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, el porcentaje del PIB destinado a I+D en Colombia sigue siendo bajo en comparación con otros países latinoamericanos [2]. Esta limitación financiera condiciona la posibilidad de escalar proyectos de semilleros a fases más avanzadas, como la validación clínica o la producción de prototipos a gran escala. Sin un aumento sostenido de la inversión pública y privada en ciencia e innovación, la transición de los semilleros será desigual y frágil.

Otro punto crítico es la brecha en capacidades institucionales. Mientras algunas universidades cuentan con oficinas de transferencia tecnológica, incubadoras y vínculos con la industria, otras apenas tienen estructuras básicas para apoyar a sus estudiantes. Esto genera un ecosistema fragmentado, donde solo ciertas instituciones tienen condiciones para impulsar semilleros innovadores. La creación de políticas nacionales que promuevan la equidad interinstitucional podría ayudar a cerrar esta brecha.

La formación docente constituye otro desafío. No todos los tutores de semilleros poseen experiencia en innovación o transferencia tecnológica. Muchos de ellos fueron formados en un paradigma académico centrado en la publicación, lo que dificulta su rol como mentores de innovación. En este sentido, es urgente implementar programas de capacitación y actualización docente que integren temas de emprendimiento, propiedad intelectual y gestión de proyectos innovadores.

También es necesario reconocer la dimensión ética y política del proceso. La innovación en salud en Colombia no ocurre en un vacío: está atravesada por intereses económicos, desigualdades sociales y tensiones entre el sector público y privado. Los semilleros deben prepararse para navegar en este entorno complejo, evitando caer en dinámicas de exclusión o en el riesgo de priorizar soluciones rentables por encima de las más necesarias para las comunidades vulnerables.

Finalmente, se debe considerar la sostenibilidad de la innovación. La historia de la investigación en Colombia muestra múltiples ejemplos de proyectos prometedores que no lograron consolidarse por falta de continuidad institucional o de apoyo financiero. Los semilleros deben aprender desde el inicio a planificar estrategias de sostenibilidad que incluyan alianzas, diversificación de fuentes de financiamiento y construcción de capacidades locales.

Conclusiones y hoja de ruta

La transformación de los semilleros de investigación en salud en Colombia hacia espacios de innovación y transferencia tecnológica no es una opción, sino una necesidad impostergable en el contexto global actual.

En primer lugar, los semilleros deben fortalecer su formación científica temprana, incorporando desde el inicio competencias en innovación, emprendimiento y resolución de problemas reales. Sin bases sólidas, la innovación carecerá de rigor y legitimidad.

En segundo lugar, es crucial que los proyectos de semilleros transiten de lo académico a lo aplicado, orientándose hacia prototipos, servicios y modelos que respondan a las necesidades del sistema de salud. Esto implica integrar nociones de propiedad intelectual, validación clínica y escalamiento tecnológico en los programas de formación.

En tercer lugar, la interdisciplinariedad debe consolidarse como principio rector. Solo la colaboración entre diversas áreas del conocimiento permitirá enfrentar la complejidad de los problemas de salud contemporáneos.

En cuarto lugar, se requiere la consolidación de un ecosistema de apoyo robusto, que incluya financiamiento, mentorías, incubadoras y espacios de innovación como Innos Hubiex de la Universidad El Bosque Health Tech, con potencial de expandirse a nivel nacional y regional.

En quinto lugar, los semilleros deben asumir la ética y la responsabilidad social como ejes transversales. La innovación en salud en Colombia no puede replicar modelos excluyentes, sino que debe orientarse a cerrar brechas y atender las necesidades de las poblaciones más vulnerables.

A partir de estas claves, una hoja de ruta para los próximos años podría estructurarse en cuatro ejes estratégicos:

  1. Política y financiamiento: incremento progresivo de la inversión en I+D, con líneas específicas para semilleros de innovación en salud.

  2. Formación y capacitación: programas nacionales de entrenamiento para estudiantes y tutores en temas de innovación, transferencia y ética aplicada.

  3. Infraestructura y redes: fortalecimiento de hubs de innovación y creación de una red nacional de semilleros interinstitucionales en salud.

  4. Evaluación e impacto: mecanismos de seguimiento que midan no solo publicaciones, sino también prototipos desarrollados, patentes solicitadas, emprendimientos incubados y soluciones implementadas en comunidades.

En conclusión, los semilleros de investigación en salud en Colombia se encuentran ante una oportunidad histórica. Si logran trascender su rol tradicional de iniciación investigativa para convertirse en motores de innovación social y tecnológica, podrán contribuir no solo al avance científico del país, sino también a la construcción de un sistema de salud más equitativo, eficiente y sostenible. El desafío es grande, pero también lo es el potencial de los jóvenes investigadores que, desde hoy, pueden sembrar las semillas de la innovación que transformará la salud del mañana.

Referencias

  • Restrepo B, Rojas M. Los semilleros de investigación en Colombia: balance y perspectivas. Rev Educ Cienc Salud. 2019;16(2):45-52.

  • Banco Mundial. Research and development expenditure (% of GDP). 2023 [citado 2025 sep 7]. Disponible en: https://data.worldbank.org/indicator/GB.XPD.RSDV.GD.ZS

  • Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Informe nacional de semilleros de investigación. Bogotá: MinCiencias; 2022.

  • Yock PG, Zenios S, Makower J, Brinton TJ, Kumar UN, Watkins F, et al. Biodesign: The Process of Innovating Medical Technologies. 2nd ed. Cambridge: Cambridge University Press; 2015.

  • Ruta N. Informe de innovación y emprendimiento en salud. Medellín: Alcaldía de Medellín; 2021.

  • Superintendencia de Industria y Comercio. Estadísticas de propiedad industrial 2022. Bogotá: SIC; 2023.

  • Gómez JP, Martínez L, Sierra C. Desarrollo de un prototipo de monitor de signos vitales de bajo costo. Rev Ing Biomed. 2021;15(1):23-30.

  • Arango S, López D. Intervenciones comunitarias en salud mental desde semilleros interdisciplinarios. Rev Salud Pública. 2020;22(3):145-53.

  • MinCiencias. Convocatorias para proyectos de innovación en salud. Bogotá: Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación; 2022.

  • Congreso de Colombia. Ley 23 de 1982 sobre derechos de autor y propiedad intelectual. Diario Oficial. 1982 feb 28.

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