En el cambiante panorama de la educación médica y las ciencias de la salud, los estudiantes han encontrado diversas formas de complementar su formación académica formal con experiencias extracurriculares que potencian tanto su desarrollo profesional como personal. En Colombia, al igual que en gran parte de América Latina, han surgido dos fenómenos que hoy marcan la diferencia en la manera en que los futuros médicos, enfermeros, fisioterapeutas y demás profesionales de la salud conciben su relación con el conocimiento: los semilleros de investigación en salud y los grupos de interés en salud. Aunque distintos en su naturaleza, ambos comparten la misión de fortalecer la identidad profesional, fomentar el pensamiento crítico y construir redes de colaboración que trascienden los muros universitarios.
La salud en Colombia enfrenta desafíos estructurales complejos: inequidades en el acceso a servicios, persistencia de enfermedades transmisibles en coexistencia con el aumento de crónicas no transmisibles, rezagos en investigación traslacional y limitaciones en innovación tecnológica aplicada a la práctica clínica. Estos problemas no pueden resolverse únicamente desde los despachos ministeriales ni con el trabajo aislado de los investigadores sénior; requieren la participación activa de nuevas generaciones formadas en ciencia, tecnología y pensamiento crítico. En este sentido, el papel de los estudiantes organizados cobra una relevancia inusitada.
Los semilleros de investigación aparecieron como respuesta a la necesidad de acercar a los estudiantes a la práctica científica desde etapas tempranas. No se trata únicamente de introducir metodologías de investigación, sino de crear un ambiente donde el aprendizaje es colaborativo, horizontal y enfocado en problemas reales del entorno. Estos espacios han evolucionado desde pequeñas iniciativas hasta convertirse en pilares reconocidos por organismos de acreditación académica y de ciencia, tecnología e innovación en el país.
De manera paralela, y con el auge de las redes sociales digitales, han emergido los grupos de interés en salud: colectivos informales de estudiantes apasionados por áreas específicas de la medicina, como la cardiología, la neurocirugía o la salud mental, que encuentran en plataformas como Instagram, X (antes Twitter) o TikTok, un escenario para difundir información, discutir casos clínicos y construir comunidades virtuales. Estos grupos no necesariamente producen investigación formal, pero generan otro valor: estimulan la curiosidad, la divulgación científica y el sentido de pertenencia hacia una especialidad.
Ambos fenómenos —semilleros y grupos de interés— constituyen expresiones de una misma tendencia: la búsqueda de espacios autónomos de formación donde los estudiantes se reconocen no solo como receptores de conocimiento, sino como agentes activos en la construcción de saberes y en la transformación del sistema de salud. El presente ensayo analiza en profundidad estas dos realidades, con énfasis en el contexto colombiano, explorando sus similitudes, diferencias, aportes, riesgos y horizontes futuros.
Semilleros de investigación en salud: génesis, evolución e impacto
Concepto y génesis
El concepto de semillero de investigación se consolidó en Colombia durante la década de 1990, en un contexto en el que las universidades buscaban estrategias para fortalecer la cultura investigativa en estudiantes de pregrado. A diferencia de los grupos de investigación —conformados por docentes con trayectoria académica y científica—, los semilleros son espacios pedagógicos que vinculan a estudiantes con el quehacer investigativo, bajo la guía de un tutor o mentor.
Su esencia es la investigación formativa, entendida como la introducción al pensamiento científico a través de experiencias prácticas y acompañadas, más que como la producción de resultados inmediatos de alta complejidad.
La metáfora de la “semilla” refleja su intención: cultivar en los estudiantes el interés por la investigación, de manera que germinen futuros investigadores, docentes y líderes del sector salud. En palabras de algunos autores, los semilleros no son un fin en sí mismos, sino un medio para sembrar competencias científicas, éticas y sociales que luego florecerán en otros espacios académicos y profesionales (1,2).
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Estructura y funcionamiento
Los semilleros suelen organizarse en torno a una línea temática, un área del conocimiento o
una problemática de salud. Su funcionamiento varía según la institución, pero en general
responde a un modelo flexible, con encuentros periódicos en los que los estudiantes
participan en actividades como:
● Clubes de lectura científica, donde se revisan artículos recientes, fomentando la
lectura crítica y el análisis metodológico.
● Talleres de metodología de investigación, para aprender a formular preguntas de
investigación, elaborar protocolos, aplicar encuestas o manejar bases de datos.
● Participación en proyectos en curso, como asistentes en la recolección de datos,
revisión bibliográfica o elaboración de informes.
● Eventos académicos, en los que presentan sus avances en jornadas internas,
encuentros regionales o congresos nacionales.
Un elemento central es la figura del tutor o docente investigador, que actúa como guía,
orientando la calidad de los procesos y asegurando que los estudiantes desarrollen
competencias reales en el método científico (3). Sin embargo, la dinámica del semillero
otorga a los estudiantes un papel protagónico, fomentando liderazgo, autogestión y trabajo
en equipo.
Beneficios académicos y profesionales
El impacto de pertenecer a un semillero es amplio y multifacético. En el plano académico, los estudiantes adquieren competencias técnicas relacionadas con el diseño de estudios, el análisis estadístico, el uso de software especializado y la redacción de manuscritos científicos (4). En paralelo, fortalecen habilidades transversales como el pensamiento crítico, la comunicación oral y escrita, el trabajo interdisciplinario y la ética en investigación (5).
Desde la perspectiva profesional, la experiencia en semilleros suele traducirse en ventajas competitivas:
● Mayor facilidad para desarrollar proyectos de grado con rigor metodológico.
● Oportunidades de publicación y participación en congresos, lo que enriquece la hoja de vida.
● Acceso a becas o programas de movilidad académica que valoran la experiencia investigativa temprana.
● Una identidad profesional más sólida, al verse a sí mismos no solo como clínicos futuros, sino también como médicos-científicos con potencial de impacto social.
Un semillerista que se forma en temas de salud pública, por ejemplo, adquiere una visión más integral del sistema, capaz de identificar inequidades y proponer soluciones basadas en evidencia. De manera similar, quienes participan en semilleros de biomedicina o neurociencias se exponen a metodologías avanzadas que abren puertas hacia la investigación traslacional y los estudios de posgrado.
Impacto en la salud pública y el sistema sanitario
Más allá de los beneficios individuales, los semilleros generan un impacto colectivo en el sistema de salud. En Colombia, muchos de ellos han orientado sus proyectos hacia problemáticas prioritarias: enfermedades infecciosas, salud mental, enfermedades cardiovasculares, obesidad, cáncer o salud materno-infantil. Sus investigaciones, aunque en etapas iniciales, contribuyen a visibilizar problemas locales y a producir datos que pueden orientar decisiones en políticas públicas (6).
Por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19, múltiples semilleros estudiaron prácticas de automedicación, percepciones de riesgo, adherencia a medidas de bioseguridad y efectos psicológicos de la cuarentena en jóvenes. Estos trabajos, aun sin grandes presupuestos, ofrecieron información contextualizada que complementó los estudios de organismos oficiales.
Así mismo, al promover una cultura de investigación en salud, los semilleros se convierten en un motor descentralizado de innovación. No dependen exclusivamente de los grandes centros de investigación en las capitales, sino que florecen en universidades regionales, acercando la ciencia a territorios históricamente marginados del sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación.
Retos actuales
A pesar de sus logros, los semilleros enfrentan limitaciones estructurales. La más evidente es la falta de financiamiento sostenido: funcionan, en gran medida, con recursos mínimos, la motivación de los estudiantes y el esfuerzo adicional de los docentes, lo que restringe la envergadura de sus proyectos (7).
Otro reto es la falta de reconocimiento institucional. En algunos casos, la participación en semilleros no se traduce en créditos académicos ni en estímulos tangibles, lo que desincentiva la permanencia de los estudiantes. Del lado de los docentes, la tutoría de semilleros suele no ser reconocida en la carga académica, generando sobrecarga laboral y reduciendo la sostenibilidad del modelo.
Finalmente, existe el desafío de mantener la calidad metodológica. Aunque la investigación formativa no exige la misma rigurosidad que los ensayos clínicos multicéntricos, sí requiere estándares básicos para evitar prácticas deficientes o resultados poco confiables. Aquí el rol del tutor es esencial para garantizar que los proyectos cumplan con criterios éticos y metodológicos adecuados.
Relevancia estratégica en el sistema nacional de CTeI
En el contexto del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTeI), los
semilleros representan la base de la pirámide. Forman el capital humano inicial que
alimentará, en el futuro, los programas de maestría, doctorado y los grupos de investigación
consolidados (8). Son, por tanto, un eslabón indispensable para superar el déficit de
investigadores calificados en el país y para consolidar una soberanía sanitaria sustentada
en el conocimiento propio.
El fortalecimiento de los semilleros, entonces, no es solo una cuestión educativa, sino una
estrategia nacional de largo plazo. Invertir en ellos significa sembrar el talento científico que
liderará los retos de salud en las próximas décadas.
Grupos de interés en salud: identidad, redes y divulgación en la era digital
Emergencia y conceptualización
A diferencia de los semilleros, que tienen una trayectoria institucional reconocida, los grupos de interés en salud son un fenómeno más reciente y heterogéneo, impulsado por dinámicas de conectividad digital y por la necesidad de los estudiantes de encontrar espacios de pertenencia alrededor de áreas específicas de la medicina. Estos grupos, también conocidos como interest groups, han tenido un auge particular en Colombia durante la última década, coincidiendo con la masificación del acceso a internet y con la globalización de contenidos académicos a través de redes sociales y plataformas educativas virtuales.
En esencia, un grupo de interés en salud puede definirse como un colectivo de estudiantes y jóvenes profesionales unidos por la pasión hacia un área particular del conocimiento médico o de las ciencias de la salud, que buscan intercambiar experiencias, aprender de manera autónoma y generar visibilidad para su especialidad. No siempre tienen un carácter formal ni responden a estructuras rígidas; su fortaleza radica en la flexibilidad, la creatividad y la capacidad de adaptación a las necesidades de sus miembros (9).
Por ejemplo, es frecuente encontrar en facultades de medicina grupos de interés en neurocirugía, cardiología, dermatología, pediatría, oncología o salud pública. Estos colectivos organizan actividades académicas, producen materiales de divulgación en redes sociales, realizan webinars con especialistas invitados y fomentan el contacto temprano con la práctica clínica, incluso antes de que los estudiantes lleguen a sus rotaciones hospitalarias.
Contexto colombiano y latinoamericano
En Colombia, el surgimiento de los grupos de interés responde a varios factores:
Altos niveles de competencia por el acceso a programas de especialización médica, lo que motiva a los estudiantes a vincularse temprano con áreas de interés para fortalecer su perfil profesional.
Carencia de experiencias prácticas tempranas en muchas facultades, que retrasan el contacto directo con especialistas y con escenarios clínicos complejos.
Auge de la cultura digital, que facilita la organización de actividades académicas fuera del aula y permite la creación de comunidades virtuales con alcance nacional e incluso internacional.
A nivel regional, países como Brasil, México y Argentina también han desarrollado estos colectivos, en ocasiones bajo el nombre de student societies o interest groups. La Federación Latinoamericana de Sociedades Científicas de Estudiantes de Medicina (FELSOCEM), aunque centrada en investigación, ha servido como plataforma de encuentro para muchos de estos grupos, permitiendo intercambios y experiencias transnacionales.
Diferencias con los semilleros de investigación
Aunque ambos fenómenos comparten una base común —la autogestión estudiantil y el interés por el aprendizaje autónomo—, existen diferencias claras:
Ambos, sin embargo, pueden complementarse: un grupo de interés en neurocirugía puede motivar a los estudiantes hacia la especialidad, y un semillero puede ofrecer las herramientas metodológicas para realizar investigación en esa área.
Dinámicas de funcionamiento
Los grupos de interés suelen organizar sus actividades en tres ejes principales:
Académico-formativo
○ Jornadas de actualización sobre temas clínicos relevantes.
○ Workshops de habilidades prácticas (suturas, vía aérea, interpretación de imágenes diagnósticas).
○ Seminarios virtuales con especialistas invitados.Divulgación y redes sociales
○ Publicación de infografías, resúmenes de artículos y casos clínicos en plataformas como Instagram o X.
○ Espacios de interacción con estudiantes de otras universidades y países.
○ Campañas de sensibilización en salud dirigidas a la comunidad general.Vocacional y de mentoría
○ Charlas sobre experiencias personales en el camino hacia una especialidad.
○ Consejos sobre procesos de residencia médica en Colombia y en el extranjero.
○ Espacios de networking entre estudiantes y profesionales jóvenes.
En este sentido, los grupos de interés funcionan como ecosistemas de socialización profesional, donde los estudiantes no solo aprenden, sino que también empiezan a delinear su trayectoria futura.
Impacto en la formación estudiantil
Los beneficios de pertenecer a un grupo de interés son diversos:
● Clarificación vocacional: los estudiantes exploran distintas especialidades antes de tomar decisiones definitivas sobre su futuro profesional.
● Desarrollo de habilidades blandas: liderazgo, comunicación en público, gestión de proyectos y manejo de redes sociales.
● Acceso temprano a especialistas: mediante charlas o mentorías, los miembros establecen vínculos con médicos residentes y adscritos, lo que enriquece su visión de la práctica médica.
● Visibilidad y networking: a través de redes sociales, los estudiantes proyectan su trabajo más allá de su facultad, accediendo a oportunidades nacionales e internacionales.
Un ejemplo ilustrativo es el de grupos de interés en neurocirugía que organizan simposios estudiantiles en los que participan tanto estudiantes de pregrado como neurocirujanos experimentados. Estos espacios no solo transmiten conocimientos clínicos, sino que también generan comunidad y estimulan la participación activa de los jóvenes en sociedades médicas profesionales.
Impacto en la divulgación científica y en la sociedad
Los grupos de interés no se limitan al ámbito académico, también cumplen un rol social. A través de sus redes, difunden mensajes de prevención y promoción de la salud en formatos accesibles y visualmente atractivos. Por ejemplo, en campañas de prevención del suicidio, los grupos de interés en psiquiatría han diseñado infografías que circulan ampliamente en Instagram, alcanzando a miles de jóvenes que probablemente no accederían a información de fuentes científicas tradicionales.
De esta manera, los grupos de interés funcionan como intermediarios entre la ciencia y la sociedad, democratizando el acceso al conocimiento y adaptando los contenidos al lenguaje digital contemporáneo. Esto los convierte en actores relevantes en el campo de la salud pública, especialmente en una era donde la desinformación y las fake news representan un riesgo tangible para la salud colectiva (10).
Retos y limitaciones
Al igual que los semilleros, los grupos de interés enfrentan desafíos importantes:
Sostenibilidad: dependen del entusiasmo de los estudiantes, lo que hace que muchos desaparezcan cuando los líderes se gradúan.
Reconocimiento académico limitado: en muchas universidades, estas actividades extracurriculares no se reflejan en créditos ni en estímulos formales.
Calidad de la información: al difundir contenidos en redes sociales, corren el riesgo de simplificar en exceso los conceptos o de transmitir información no verificada.
Falta de integración institucional: algunos docentes perciben a los grupos de interés como iniciativas marginales y no como aliados estratégicos de la formación.
Superar estas limitaciones requiere diseñar estrategias de articulación más sólidas entre los grupos de interés, las facultades y las sociedades científicas profesionales.
Potencial estratégico en el sistema de salud
Aunque a primera vista los grupos de interés puedan parecer “espacios recreativos” frente a los más formales semilleros, su potencial es enorme. Al cultivar vocaciones tempranas, generan una reserva de talento motivado que alimentará el sistema de salud con profesionales altamente comprometidos con su área de especialidad.
Además, su dominio de las redes sociales los convierte en actores privilegiados para enfrentar uno de los grandes retos contemporáneos: la alfabetización en salud digital. En un mundo saturado de información, contar con estudiantes capaces de producir contenidos veraces, atractivos y de fácil comprensión puede marcar la diferencia en campañas de salud pública y en la educación de pacientes.
Finalmente, al conectar estudiantes de distintas universidades, los grupos de interés fortalecen la integración nacional e internacional de la comunidad médica estudiantil, lo que contribuye a la construcción de redes colaborativas que trascienden las fronteras institucionales.
Convergencias entre semilleros de investigación y grupos de interés en salud
Aunque los semilleros de investigación y los grupos de interés parecen responder a lógicas distintas —los primeros más institucionales y metodológicos, los segundos más flexibles y digitales—, en la práctica representan dos caras de una misma moneda. Ambos buscan ampliar los horizontes de los estudiantes, complementar la formación académica tradicional y construir comunidades que fortalezcan la identidad profesional.
La convergencia entre estas iniciativas abre oportunidades estratégicas para el sistema de salud y para la educación médica en Colombia:
1. Sinergia en la formación integral
- Los semilleros aportan rigurosidad científica, competencias metodológicas y experiencia en la generación de conocimiento.
- Los grupos de interés ofrecen motivación vocacional, contacto temprano con especialistas y habilidades en comunicación y divulgación.
- La combinación de ambos produce profesionales no solo formados en investigación, sino también conectados con la práctica clínica y capaces de comunicar ciencia al público.
2. Redes de colaboración ampliadas
- Mientras los semilleros suelen limitarse a estudiantes de una misma institución, los grupos de interés expanden las fronteras al conectarse a través de redes sociales con pares de otras universidades y países.
- Integrarlos permite tejer redes multicéntricas que potencian la investigación colaborativa y la divulgación.
3. Puente entre ciencia y sociedad
- Los semilleros producen conocimiento, pero suelen tener dificultades para hacerlo llegar más allá de los congresos académicos.
- Los grupos de interés dominan los lenguajes digitales, lo que los convierte en traductores naturales de la ciencia hacia audiencias más amplias.
- Juntos, pueden garantizar que el conocimiento no solo se genere, sino que también se difunda y se use para mejorar la salud pública.
4. Desarrollo temprano de liderazgo
- La gestión de un semillero enseña planificación, ética de la investigación y gestión de recursos.
- Coordinar un grupo de interés exige habilidades de comunicación, organización de eventos y manejo de redes sociales.
- Ambas experiencias fortalecen el liderazgo estudiantil y generan médicos jóvenes con visión estratégica y compromiso social.
5. Potencial para la innovación en salud
- Los semilleros pueden incubar prototipos y proyectos con base científica.
- Los grupos de interés pueden visibilizar esos proyectos y conectarlos con comunidades más amplias, incluyendo inversionistas, ONGs y sociedades profesionales.
- Al integrarse, ambos espacios se convierten en motores de innovación orientada a la práctica.
Horizontes futuros: hacia un ecosistema colaborativo
El reto ahora es superar la fragmentación y construir un ecosistema colaborativo donde semilleros y grupos de interés funcionen como nodos interconectados en la formación en salud.
1. Integración institucional
Las universidades deberían reconocer formalmente el trabajo de los grupos de interés, otorgando créditos académicos o certificaciones que valoren la participación estudiantil y su aporte a la vida universitaria. Asimismo, los semilleros de investigación requieren una mayor apertura hacia dinámicas más flexibles, incorporando estrategias de divulgación digital, herramientas colaborativas en línea y mecanismos de interacción a través de redes sociales que fortalezcan su visibilidad y permitan ampliar su alcance.
2. Formación en transferencia de conocimiento
Tanto los semilleros como los grupos de interés deberían recibir formación en transferencia tecnológica, innovación y emprendimiento en salud. Esto permitiría que las ideas generadas trasciendan la producción de publicaciones académicas y se conviertan en soluciones aplicables en hospitales, centros asistenciales y comunidades, potenciando así su impacto real en el territorio.
3. Red nacional de colaboración
Una propuesta ambiciosa consiste en crear una red nacional que articule tanto a los semilleros como a los grupos de interés en salud, con el respaldo de universidades, sociedades científicas y entidades gubernamentales. Dicha red podría organizar congresos híbridos (presenciales y virtuales), concursos de innovación y proyectos multicéntricos que fortalezcan la producción científica y la colaboración entre regiones.
4. Uso estratégico de las plataformas digitales
El futuro de la educación médica está profundamente ligado a lo digital. Aunque los grupos de interés ya se mueven con naturalidad en este entorno, su articulación con los semilleros puede llevar la divulgación científica a un nivel superior. Esta integración permitiría desarrollar podcasts, webinars, repositorios de acceso abierto y campañas de salud pública en redes sociales, ampliando el impacto formativo y social del trabajo académico.
5. Alianzas con el sector salud y con hubs de innovación
Los semilleros y los grupos de interés no deberían funcionar como iniciativas aisladas. Integrarlos con hospitales, startups de salud digital y health tech hubs —como Innos y otros ecosistemas regionales— permitiría que los proyectos estudiantiles accedan a asesoría especializada, posibles fuentes de financiamiento y escenarios reales de aplicación. Esto fortalecería la transición de las ideas estudiantiles hacia soluciones concretas dentro del sistema de salud.
Discusión crítica: tensiones y desafíos
La integración entre semilleros de investigación y grupos de interés no está exenta de desafíos.
● Publicar vs. divulgar: mientras los semilleros suelen considerar la publicación científica como el logro más significativo, los grupos de interés priorizan la divulgación ágil, accesible y dirigida a audiencias amplias. Alcanzar un equilibrio que valore tanto la rigurosidad científica como la comunicación efectiva es fundamental.
● Formalidad vs. flexibilidad: los semilleros operan bajo normativas institucionales que garantizan calidad y trazabilidad, pero que pueden restringir la creatividad. Por el contrario, los grupos de interés funcionan con mayor libertad y dinamismo, aunque esto también puede derivar en prácticas excesivamente informales.
● Ética académica vs. exposición digital: el uso de redes sociales para discutir casos clínicos plantea dilemas éticos relacionados con la confidencialidad, el consentimiento informado y la precisión de la información compartida.
● Desigualdades regionales: la mayoría de estos espacios se concentra en grandes ciudades, lo que limita su presencia en regiones apartadas y profundiza brechas en la formación investigativa y la participación estudiantil.
Reconocer estas tensiones no significa desvalorizar ninguno de los dos procesos, sino comprender que su articulación requiere políticas claras, acompañamiento docente continuo y mecanismos de aseguramiento de calidad que protejan tanto la producción científica como la experiencia formativa.
Conclusión: semillas y redes para el futuro de la medicina
Los semilleros de investigación en salud y los grupos de interés estudiantiles representan dos innovaciones sociales que, aunque distintas en su origen y dinámica, confluyen en un propósito común: fortalecer la formación médica y aportar al bienestar social.
Los semilleros siembran la semilla del pensamiento científico, promoviendo el rigor, la disciplina metodológica y la capacidad de formular y resolver preguntas complejas. Por su parte, los grupos de interés tejen redes de motivación, comunidad y pertenencia, acercando la ciencia a la práctica clínica, a la experiencia estudiantil y al ecosistema digital contemporáneo. Ambos espacios, cuando se articulan, pueden convertirse en un motor estratégico para la innovación en salud en Colombia y Latinoamérica.
El desafío es significativo: requiere instituciones abiertas al cambio, docentes que actúen como mentores y facilitadores, estudiantes comprometidos y autónomos, y políticas públicas que reconozcan y fortalezcan estas iniciativas. Si se logra esta convergencia, el país no solo ganará más publicaciones científicas o mayor presencia en redes sociales, sino algo mucho más valioso: una generación de profesionales capaces de investigar, innovar y comunicar con responsabilidad, preparados para transformar la realidad sanitaria de sus comunidades.
En un mundo donde los problemas de salud son cada vez más complejos —pandemias, enfermedades crónicas, inequidades en el acceso a la tecnología y a la información—, formar profesionales en estos espacios híbridos representa una ventaja estratégica. La innovación en salud no surge únicamente en laboratorios de élite o grandes hospitales; muchas veces comienza en esos entornos donde estudiantes curiosos se reúnen para aprender, experimentar, compartir y construir colectivamente soluciones.
En definitiva, los semilleros y los grupos de interés son las semillas y las redes que pueden transformar la medicina del mañana. Su integración es una apuesta por una educación médica más humana, colaborativa, científica y conectada con las necesidades reales del país.
Referencias
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